miércoles, 9 de septiembre de 2009

La dormición de la virgen-Caravaggio.

Viví en una sociedad en la que no fui comprendida, en la que mi profesión no estaba bien vista, en la que tuve que buscarme la vida ya que nadie me ayudó. Provengo de una familia de escasos recursos, mi madre no trabajaba porque era coja, ciega y manca, mi padre por el contrario, gozaba de una buena salud pero prefería gastar lo poco que ganaba en alcohol y prostitutas en vez de intentar alimentar a su familia. En mi familia nunca intentaron que tuviésemos un buen futuro, sino por el contrario mis progenitores consideraban que a partir de los diez años de edad ya podíamos valérnoslas por nosotros mismos.

A los diez años mis padres me dijeron que en casa lo único que hacía gastar era dinero que podían ahorrar para otras ocasiones, que podía ganármelo yo ya que iba teniendo edad suficiente. No he sabido nada de mis padres desde ese momento. Antes de que eso me ocurriese a mi contemple la misma escena cinco veces, en esas ocasiones me parecía comprensible que mis padres dejaran a mis hermanos valerse por sí mismos, pero ahora que me ocurría a mi me parecía injusto, por lo que decidí no volver a tener contacto con ellos.
Los primeros meses en la calle fueron duros. Pero como la niña pícara en la que me convertí supe ganarme el cariño y el amor de cuantos me rodeaban, mediante halagos, contando mi funesto pasado y lo dura que había sido mi vida desde mi nacimiento…
Al fin, cuando tenía dieciséis años, una familia pudiente de la zona en la que me encontraba me acogió en su palacio y me dio trabajo de sirvienta. Las primeras semanas en la casa fueron maravillosas, comía bien, dormía bajo techo en una cama que jamás hubiese imaginado, los señores me trataban bien, todo era perfecto, tenía que trabajar duro claro, limpiar todo el palacio, hacer la comida, cuidar de los nietos... Pasaron los años, mi cuerpo desarrollo y llegué a convertirme en una muchacha preciosa a la que los jóvenes muchachos la piropeaban y le decían lo mucho que la amaban. El señor al ver que su esposa envejecía y perdía su atractivo se fue fijando en mí. Al principio me decía lo guapa que era y que me encontraría un marido que me amaría con locura y con el que tendría muchos niños. Pero un día, estábamos a solas y me comenzó a piropear, acto seguido me agarro por la cintura. Yo intente apartarme, pero él se negaba a soltarme. Pegué un tirón y logre liberarme de sus brazos. Él, lleno de furia me reprochó que me hubiera sacado de la calle y que así era como yo se lo pagaba. Me agarró bruscamente y me violó. Quede desvalida. En cuanto pude salir de aquella habitación fui a mi dormitorio como pude e intentando que la señora no lograra verme, y saqué de abajo del colchón todo el dinero que había ido ahorrando en mi estancia en la casa. Intenté salir sin ser vista pero me fue imposible, los demás sirvientes me vieron y me preguntaron que porque me marchaba de la casa. Les parecía extraño ya que yo era la sirvienta más querida del palacio. Yo les conté lo ocurrido, ellos se sorprendieron mucho, pero al ver el miedo en mis ojos me creyeron. A los meses cuando ya estaba embarazada por la violación oí que en la casa en la que había servido todos los criados habían matado al señor. En ese momento me dí cuenta los buenos amigos que había dejado en aquella casa pero que nunca volvería a ver, ya que la señora ordenó muerte a todos por la atrocidad que habían cometido contra su marido.

Pasó el tiempo, tuve a un precioso bebé, vivía en una casa en medio del campo que había comprado en el dinero que tenía. Y lo mejor de todo, vivía feliz ya que todo lo que tenía en aquella casa me lo había ganado con mi esfuerzo. Tenía vacas, cabras, cosechas de verduras… Mi hermoso niño durante los dos primeros años de vida creció feliz, hablaba muchísimo como es normal en los niños que acaban de aprender a hablar, era muy sociable y todo el mundo de las casas de alrededor le querían mucho. Pero desgraciadamente asaltaron la casa unos bandoleros y se llevaron la vida de mi hijo. Toda mi vida lo recordé, a mi precioso principito, un niño rebosante de salud, amor, alegría, desparpajo… pero me lo quitaron. Los bandoleros me llevaron con ellos a una gran ciudad y me abandonaron después de intentar matarme. No lo consiguieron ya que un amable caballero que pasaba en aquel momento por aquel punto inhóspito de la ciudad me salvó con valentía. Él, mi salvador, me preguntó que si me encontraba bien y yo le dije que gracias a él si. Me invitó a un vaso de leche caliente con un bollo para poder recuperarme del mal trago que había pasado, y además porque me había visto con muy mala cara. Nunca volví a saber nada de él pero todas las noches rezo por la salud de aquel humilde caballero.
No conocía la ciudad, los primeros días fueron horribles, no podía caminar mucho porque podía perderme. Tuve que comenzar una nueva vida, llena de dolor por la pérdida de mi hijo y sin ganas de seguir viviendo. En este momento tenía diecinueve años, ya me habían ocurrido cosas funestas y no encontraba sentido a esta vida tan cruel, por lo que intenté quitarme la vida arrojándome desde un precipicio, pero una bella mujer que pasaba en ese momento se percató de mis intenciones y me pregunto que me había ocurrido para querer una muchacha tan joven quitarse la vida. Le conté mi historia, sin intención de ser comprendida ni ayudada, pero la señora se compadeció de mí y me ofreció trabajo. Me dijo que su marido había ido a España y había visto sitios donde los hombres pagaban por tener relaciones sexuales con otras mujeres, por lo que decidió probar suerte en Italia. El marido era el que ponía el dinero para el lugar, la mujer, con su buen ojo elegía a las chicas que podían trabajar si ellas, por supuesto, lo deseaban. A mi no me dijo si quería trabajar como prostituta, a mi lo que me dijo fue que yo trabajaría como sirvienta, ya que debido a mi experiencia el lugar estaría resplandeciente. Yo acepté ya que vislumbré en aquel momento unos rayos de luz en mi oscura existencia.

Estuve un año y medio trabajando como la sirvienta. Mi trabajo me gustaba ya que no quería prostituirme, y ganaba bastante dinero porque el señor y la señora comprendían que no era muy fácil trabajar en aquel ambiente, y que no todas las mujeres estaban gustosas de trabajar en una burdel. Comencé a ahorrar dinero para poder salir de aquella vida cuanto antes ya tenía sueños de casarme, pero nunca de volver a tener hijos, no quería volver a sufrir por otro niño muerto, además mi adorado bebé era insustituible. Un hombre que visitaba con frecuencia el burdel y al que todas las prostitutas querían tener como cliente, me ofreció trabajo como sirvienta en su casa, por lo que gustosamente acepté. Cuando le conté a la señora mi decisión se puso furiosa, ya que me habían cogido mucho cariño y me consideraban como una hija suya. Yo le expliqué que con aquel trabajo era feliz, pero que tenía sueños de casarme y que ningún hombre querría que yo fuese su esposa si trabajaba en un burdel, aunque únicamente fuese de sirvienta. Ella lo comprendió y me dijo que yo ya sabía donde estaba el burdel y que si en cualquier momento quería volver a tener trabajo que allí tenía una familia que me amaba y que siempre estarían gustosos de volver a tenerme entre ellos.

La casa del pintor era preciosa, luminosa, espaciosa, llena de cuadros. Yo le pregunté que si era un pintor afamado, el me dijo que no sabía si era afamado pero que si era reconocido entre la corte, el papado… El me decía que yo le transmitía inspiración y que si posaba para él me pagaría también los posados, pero yo no confiaba en él, no me transmitía en un principio confianza y por eso me mostraba algo terca y hosca. Pasó el tiempo y le cogí cariño como él hizo conmigo. Finalmente decidí posar para él pero le dije que no lo haría a un precio bajo, que me tenía que ofrecer una buena cantidad. Lo del dinero no lo dije por ganar mucho o poco, sino porque la poca educación que había recibido por parte de mi familia era que, las musas de los pintores eran algo así como prostitutas. Él me dijo que en los primeros cuadros por mi falta de experiencia y timidez posaría vestida. Y eso fue lo que hice. No llevaba mucho tiempo siendo yo su musa cuando me dijo que ahora si, que era un pintor afamado y que todo eso era gracias a que había encontrado a la musa perfecta. Y es que, no solo quería cuadros suyos el papado, los reyes de muchísimos países, sino que familias nobles que frecuentaban la corte habían visto sus últimas pinturas y habían quedado asombrados.

Pasaron algunos años, nos enamoramos. Mi amado pintor y yo teníamos amigos de todas las clases sociales. Conocimos gente noble gracias a la fama de mi marido. Conocimos gente pobre porque yo le hice saber a mi marido que yo había venido de la pobreza, y yo aunque habría acabado teniendo suerte en la vida, era pobre. Mi pintor eso lo comprendió, pero dijo que ninguna persona de esa clase pisaría nuestra casa. Y así fue, muy a mi pesar, pero así fue.
Mi nueva vida me encantaba, vestía con trajes que jamás habría podido imaginar, tenía una casa propia que tampoco había imaginado nunca. Mi marido me dijo que el quería tener hijos. Yo le hice saber que ya sabía cual era mi posición al respecto y que jamás volvería a tener hijos. Una noche mi marido vino borracho de una de las fiestas que tenían algunos pintores amigos. Se metió en la cama y estaba deseoso de tener relaciones sexuales conmigo. Yo le dije que no, que era muy tarde, que otro día sería mejor. Se puso furioso y me preguntó que si yo no le amaba. Le dije que como podía dudar de mi amor, y el contestó que porque yo no quería tener hijos con él. Le dije que eso era una estupidez y que yo no quería tener hijos con él porque lo sucedido con mi primer hijo era más que suficiente de dolor maternal. Él no lo comprendió por su alto estado de embriagadez y rompió mi camisón en pedazos y de dejó completamente desnuda encima de la cama. Tenía miedo y él al ver el terror en mis ojos se dio cuenta de las barbaridades que había realizado en unos instantes y rompió a llorar. Me dijo que estaba muy frustrado porque yo no quería tener hijos y que eso le rompía el alma. Yo no dije nada, permanecí callada meciendo su cabeza sobre mi regazo y dándole dulces besos en la frente.
Durante los meses siguientes no se volvió a tratar el tema, el se mostró muy cariñoso ya que se sentía culpable y quería pagar de alguna manera lo ocurrido aquella noche. Me llevaba al teatro ya que el sabía que me encantaba y me hacía feliz. Pero un día esa hermosa felicidad que construimos se fue. Llegó a la cuidad un rico comerciante que quería que mi hermoso pinto pintase un cuadro de toda su familia y él. Mi marido accedió encantado ya que le ofrecía una buena cantidad de dinero que nunca nos vendría mal.
Durante el tiempo que mi marido estuvo pintando aquel cuadro yo me hice amiga de la mujer del comerciante. Era una mujer muy bella, vestía como una noble y tenía unos cabellos castaños con los ojos marinos. Llegamos a coger muchísima confianza ya que ella me contó su vida, como llegó hasta donde estaba y yo hice lo mismo, nos reconfortaba saber que durante un tiempo tendríamos a una confidente.
Ella debió contar a su marido mi funesto pasado y un día el vino donde yo estaba cosiendo y me dijo que lo sentía mucho. Yo le pregunté el que sentía el tanto si él no me había echo nada. Me dijo que no me había echo nunca nada pero que me lo iba a hacer, que un episodio de mi vida se iba a repetir. Yo me quedé petrificada, no podía creer lo que oían mis oídos, ¿qué pretendía hacer aquel bondadoso caballero conmigo? De repente me asió fuertemente del brazo, me amordazó la boca y me lanzó contra el suelo. Levanto mis faldas y me pregunto: ¿recuerdas ya a que episodio de tu vida me refiero? Enloquecí, empecé a gritar encolerizada como nunca lo había echo. Ni mi marido ni nadie podía oírme ya que en ese momento no había nadie en la casa. Fui violada de nuevo, el tormento volvía a mi vida.
Preferí no decir nada a mi marido ya que si se habría enterado no habría seguido pintando el cuadro y tampoco habríamos recibido aquella gigantesca cantidad de dinero para pagar algunas deudas que nos perseguían.
Pasaron unos dos meses y comencé a engordar. Mi marido me hacía gracias diciéndome que como seguiría engordando se comenzaría a fijar en otras mujeres. Pero yo sabía que no engordaba porque comía más, engordaba porque aquella violación había dejado dentro de mí la semilla. Mi marido con el paso del tiempo se dio cuenta de que estaba embarazada y me pego, por haberle engañado, eso era lo que pensaba él porque no pude explicarme. Perdí al niño después de aquella paliza, y realmente, estoy agradecida, nunca habría sido feliz teniendo entre mis brazos a ese niño. Mi marido me echó de casa, quede en la calle depuse de unos años de riqueza. Fue como volver a empezar, ya no estaba acostumbrada a vivir en la calle, sola, desprotegida, desvalida…

Llamé a amigos pero ninguno me tendió su mano en estos momentos tan difíciles de mi vida. Todos decían que yo les fallé cuando me iba bien y ahora ellos son los que me fallaban a mí, no lo comprendía, tuve discusiones con mi marido por ellos, porque yo les consideraba amigos de verdad y ahora me ocurría esto. Me sentía la mujer más desgraciada del planeta, nunca había conocido a nadie con una vida tan dura y con tantos cambios como la mía.
Estuve mal alimentándome durante meses, finalmente cuando ya toda mi dignidad me daba igual, recordé que en un prostíbulo donde una vez trabajé me dijeron que siempre había un hueco para mí. Entones me dirigí hacia allí.
Al llegar al prostíbulo la señora me recordó, me dijo que me encontraba con muy mal aspecto y le conté entonces todo lo que me había sucedido desde mi marcha. Ella me dijo que el puesto de sirvienta esta libre para mí. Yo le dije que no, que antes como sirvienta me bastaba, pero que ahora necesitaba el sueldo de una prostituta. A ella no le pareció la idea más correcta pero como vio que estaba convencida en mi decisión me dijo que tendría que estar un tiempo aprendiendo las cosas básicas de una prostituta con la prostituta más veterana del lugar. Aquella mujer me enseñó como seducir a un hombre, todas las artimañas que hacer para que un hombre te desee… todo lo necesario para ser una buena prostituta.
A los dos meses ya aprendí todo lo necesario y era lo suficientemente buena como para comenzar con el trabajo. Al principio no muchos hombres querían ser mis clientes ya que era una novata, pero en cuando comencé a tener clientes y estos hablaban bien de mi, fui uno de las prostitutas más deseadas de aquel lugar. El hecho de ser la más deseada también conllevaba ser la mejor pagada del lugar. En poco tiempo conseguí una buena cantidad de dinero para pagar al pintor todos los vestidos que me había comprado y todos los caprichos que había recibido de su infinita generosidad hacia mí en aquellos tiempos. No quería que nada de lo que tenía o había tenido fuese suyo. Ya había saldado mi última deuda. Le dije a la señora que le estaba infinitamente agradecida y que ella nunca podría imaginarlo.
Me marché, me busqué la vida, estuve algún tiempo trabajando en una taberna y a partir de ahí comencé a alcoholizarme. Un día que iba borracha iba paseando por la orilla del río, tropecé, caí al agua y morí. Después de morir observé desde aquí arriba que un hombre justo cinco horas después de ahogarme me encontró allí, muerta, flotando en el agua. Este hombre era un pintor con fama de la época que se dedicaba a pintar cuadros con modelos reales. Se llamaba Caravaggio, y a mí me utilizó de modelo para pintar el famoso cuadro de “La dormición de la virgen”, que ironía, una mujer prostituta posando de modelo para ser pintada como la virgen…